La duración de los sentimientos

Miriam Mabel Martínez

Al observar las imágenes de Jordan Crandall, las ideas de tiempo y realidad se replantean visualmente. A través del uso de la informática y de nuevas tecnologías, trastoca los conceptos de sucesión, de interacción y sobrepone pasado, presente y futuro. En su trabajo no existe lo lineal: aunque se transparente un esqueleto cronológico, propone una reflexión acerca de cómo actúa el pensamiento y cómo éste rige las acciones abstrayendo sensaciones, alargando momentos, paralizando frecuencias, disminuyendo volúmenes o enfatizando texturas.

El ritmo de lo que sucede lo imponen los sentidos del observante, pero ahí también confluyen la historia personal, los acechos de otras miradas, los ecos de otras voces. Lo visible es trastocado por lo invisible. La fantasía opaca la realidad y construye metaespacios. Crandall nos recuerda que vivimos en la simulación.

Ya nadie ve lo que solía mirar. La manipulación de lo visible impone modelos de apreciación, no sólo de sucesos sociales, culturales o políticos, sino de comprensión del hecho artístico y de los procesos creativos. Los discursos estéticos y formales son insuficientes y dan cabida a otras manifestaciones como la tecnología y la ciencia, la imaginación se tropieza con la realidad sin saber hasta dónde llega cada una.

La videoinstalación Drive de Jordan Crandall patentiza la relación que la informática propone al arte, y argumenta una recodificación de estructuras y elementos, reconstruyendo los procesos creativos y las infinitas maneras de acercarse a un objeto, a una obra o a lo que llamamos realidad.

Jordan Crandall (Detroit, 1958) aborda áreas ajenas a las prácticas artísticas; combina teoría, quehacer, proceso y contemplación: invita al espectador a experimentar el desarrollo de piezas sonoras y visuales. Retoma la importancia del proceso creativo como parte de la obra, no un antes, sino un siempre.

Su trabajo no es meramente un intercambio de datos o una recopilación de fragmentos que conforman un todo caótico, experimenta los vicios y propuestas que surgen en las fronteras entre el cuerpo, mente y realidad, y cómo a partir de la información que cada uno de nosotros posee, además, las historias ajenas y propia se convierten en engranajes mentales para armar lo visible.

Al observar Drive el movimiento propone una mirada distinta. Repentinamente, el observador se percata de que la movilidad es una idea activada por la mente. La imaginación domina lo físico. En el video, el público se integra a la edición y se suma a la experiencia del tiempo imaginario, experimenta la relatividad y por instantes lo aprendido, acerca de la marcación y la duración de las horas, se transgrede. La lucha entre fantasía y hechos concretos generan angustia porque el tiempo, aún en su cualidad sucesiva, se detiene, se alarga, salta... Los conceptos de edición de imágenes afectan directamente el ejercicio de la existencia.

Drive es una video instalación en seis partes que combina procesos del cine con sistemas militares de rastreo e identificación. Conecta lo viejo con lo nuevo, lo civil con lo militar, lo lineal con la atemporalidad. Las resonancias de la memoria aparecen para completar la vista. Una mirada incluye los cinco sentidos. Plantea que la marginalidad no existe dentro de la contemplación y que la vista es promiscua.

El trabajo de Crandall opera lo íntimo y en lo externo. El binominio vida-muerte, movimiento-estatismo confluyen en la superposición de planos, tal como Martín Moncada en Los recuerdos del porvenir se acuerda de la nieve sin nunca haberla conocido n

Drive, Jordan Crandall

Museo de Arte Carrillo Gil

Hasta noviembre 19, 2000

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